Domingo dos...


Vinieron los odios y se llevaron las manos,
la utopía de ser más que miedo y rabia.
Teníamos las voces encendidas, las bocas dispuestas,
los ojos expectantes como cuadernos nuevos,
pero fue solo el sueño de quienes se ahogan
sintiendo compasión por aquel que no respira.
La tierra ya fingía el olvido de la sangre,
los horizontes parecían estar a canciones de distancia,
por un breve momento primaron las palabras.
Lástima que vinieran los odios con su discurso deforme,
y sus ganas de reinar con egoísmo entre los vivos.
Nos quedamos con el hambre de hacer nuevos recuerdos,
con la esperanza aturdida entre pesados escombros,
con el intenso deseo de llorar sin saber cuando,
con el miedo y la rabia susurrando rencores,
cerca, tan cerca que el perdón se asustó.




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