Brujería Medieval: la mujer, la iglesia y los demonios.


Cuando se menciona la palabra brujería, nos remitimos sin quererlo a las imágenes que son más asociables con el término: mujeres viejas y desdentadas, con narices prominentes y mentones abultados, su rostro plagado de verrugas, portador de un gesto de maldad infinita, largas túnicas negras, risa aterradora y por supuesto un caldero enorme donde se cuecen innombrables sustancias. Quizás esta representación mental se deba a que todos crecimos escuchando cuentos de hadas, relatos terroríficos de niños perdidos en un bosque inmenso, atraídos por la bruja caníbal hacia su palacio de dulces o con otros más desidiosos y criminales, donde la felicidad de la doncella se ve entorpecida por la envidia y los maleficios de su madrastra, quien para variar también es bruja. Cabe replantearnos la procedencia de esta representación, pues gran parte de ella se ha fermentado en los temores heredados y la imagen inquisitorial, casi exclusiva que existe sobre la brujería.

Mucho papel ha sido gastado en el tema de la brujería medieval, interminables textos desde la época hasta ahora se han puesto en la casi sacra misión de desentrañar el culto, develar sus misterios, encontrar explicaciones racionales y no racionales para su aparición o para justificar su influencia aún en este mundo moderno. Brillantes autores han puesto su conocimiento al servicio de la búsqueda de sus orígenes antropológicos, históricos y hasta se ha construido en la posmodernidad un discurso de feminismo y rebelión alrededor del culto brujeril. Este trabajo no tiene tales pretensiones, incluso, se le aleja de los doctos contenidos que pudieran darle forma, para embarcarse en la humilde tarea de exponer algunas de sus características más básicas, sus símbolos y sus supuestos rituales.

Por tanto, aquí encontraremos si se quiere, una breve exposición de los aspectos más relevantes de este fascinante tema, de igual manera, daremos una mirada fugaz pero no por ello menos intensa, al arte derivado o a lo mejor responsable de las representaciones mentales, colectivas e individuales de las brujas. Ante la imposibilidad cognitiva y temporal de ser exhaustivos, se recurrirá solamente a comprender en su justa medida la estética simbólica de la brujería, su parafernalia ritual y por supuesto el sesgo inherente que se instaura en la imaginación cuando se escribe de un algo mágico y misterioso. Sobra de decir Abracadabra.

La palabra bruja, no puede ser rastreada de forma exacta e inequívoca, se cree que se origina del gallego bruxa o el catalán bruixa, pero más popular aún era la acepción maleficare (la maléfica en latín). Sin embargo, la creencia más arraigada sugiere que la brujería tal y como la conocemos no corresponde a la edad media en su totalidad, los estudiosos al respecto demuestran que este movimiento a la par con la inquisición, si bien se gestó a lo largo del medioevo, sólo tomó forma definitiva en la alta edad media; periodo en el cual se habría constituido como un objeto de persecución eclesiástico y se había desarrollado toda la parafernalia jurisprudente para castigarlo.

En Inglaterra, el origen de la palabra Witchcraft, que alude a lo mismo, pertenece a la era anglosajona. En esta parte de Europa donde prosperó el cristianismo, el contacto con la religión o lo religioso estaba en boca de todos: noticias sobre muchas mujeres (hombres también, pero especialmente en ellas) quienes creían estar en comunicación constante con la virgen o con los ángeles, convencidas de poder hacer milagros, de poseer unas especiales dádivas que las convertían, prácticamente en santas vivientes. Para el siglo VII la expresión Witch designó, al principio a la mujer que usaba hechizos y encantos, asistida por espíritus del mal para llevar efectos ciertos fines.

También se puede ver que lo que se conoce hoy como supersticiones son, en realidad, restos de brujería anteriores al cristianismo: La interpretación de los sueños y los oráculos son herencia directa de la Grecia racionalista, al igual que brujas conocidas por su belleza, cabe mencionar a Circe y a Medea entre ellas; También del antiguo Egipto se nutre este proceso, como la creencia en los gatos negros, proveniente de la diosa antropomorfa Bastet, protectora de la agricultura y las pestes, así como el poder de las serpientes y el mal de ojo.

Dos siglos después surgen las leyendas de los pactos con el diablo, en el que personas sedientas de lujos y placeres mundanos, ofrecían sus almas para ello. No obstante, sigue inexistente la relación con las brujas en estos relatos. Al fín y al cabo, hasta terminar el siglo XIII, tampoco hay una explicación elaborada y sistemática de las relaciones entre los seres humanos con Satanás. Finalmente, su conexión comienza en el siglo XIV cuando es rumoreado el Sabbath como creencia o reunión nocturna de brujas, en la cual se presta adoración y entrega al macho cabrío.
No fue hasta la persecución de los cataros y otras herejías pseudo-cristinas que las practicas brujiles se hicieron visibles y reprobables para la iglesia, lo cual no es de extrañar. Aparte de las consideraciones mágicas y espirituales, la brujería poseía un alto contenido de rebeldía y desacato social. Pensemos por un momento en quienes la practicaban y nos daremos cuenta de varias cosas: la primera de ellas es que en su mayoría eran mujeres de los medios rurales, especialmente viudas o madres solteras, su único patrimonio era el conocimiento botánico y cosmológico, adquirido por la observación de la naturaleza que las rodeaba.

Estas mismas mujeres, en ocasiones eran también “comadronas”, mujeres dedicadas a la atención de los partos y abortos de su aldea. En una época donde la medicina era exclusiva de las clases dominantes, éstas debieron ejercer gran influencia en sus vecinos y miembros de las pequeñas comunidades en las cuales se hallaban adscritas, pues su dominio acerca de las propiedades de plantas y su manejo del lenguaje de la naturaleza, les otorgaba un estatus respetable como poseedoras de un conocimiento necesario para el bienestar de todos. Visualicemos por un instante a esta mujer aliviando cólicos, curando gripes y paliando dolencias incurables. Debe haber sido una pieza fundamental en su grupo social, esto le daba cierta independencia y poder. El cual por supuesto, no debió ser del agrado de la iglesia cuyo objetivo para mantener el poder político era el logro de la cohesión social por medio de la doctrina religiosa.

Es necesario recordar que la edad media fue un periodo de oscuridad, el conocimiento era visto como peligroso y el enemigo malo se escondía en todo aquello que fuese hermoso o incomprensible, el mundo en su totalidad era enemigo del hombre, pues Satanás residía en todas las cosas, la belleza, el perfume de una flor, el rocío de la mañana, se constituían como una trampa del diablo a los sentidos y estaba calculada para hacer  pecar al hombre. Las brujas, por tanto, eran igual de maléficas pues entendían y manipulaban esta creación y para tener estos conocimientos, debían estar de la misma manera aliadas con las fuerzas oscuras y lo mandos infernales. A partir de esta idea se desarrolló la persecución a las brujas. El culto pagano, antes ignorado por la iglesia por no considerarlo inofensivo, fue atacado lanza en ristre por considerarlo un promotor de pactos diabólicos y además como un subvertidor del orden social, pues quienes lo practicaban se quedaban impunemente lejos de la doctrina del catolicismo y escapaban del control político y social de las misma.

Tal y como lo señalan algunos autores, El Malleus Maleficarum, aparte de ser el tratado más famoso del siglo XII de cómo reconocer y judicializar a las brujas, se constituyó como un reflejo de los miedos de la época, las creencias arraigadas en el clero y por supuesto de la imaginación de la iglesia y los confesores. Otra explicación, resulta poco viable, pues no puede darse otra ya que todo lo que se sabe de la práctica de la brujería fue escrito por la parte condenatoria. Las confesiones de las supuestas brujas no son más que repeticiones consentidas de lo que ya estaba escrito en el Malleus Maleficarum. No se conocen hasta el momento versiones escritas por los judicializados y mucho menos testimonios libres, solo nos han llegado las versiones coaccionadas de los miles de miserables víctimas de la inquisición.



Uno de los personajes más notorios en la construcción del imaginario criminal fue  Francesco Maria Guaso, quien en el siglo XII produjo una edición repleta de notas eruditas, (Compendium Maleficarum) y absolutamente convencida de la existencia de brujas malignas, adoradoras del diablo mediante aquelarres llenos de orgías sexuales, asesinatos de niños y hasta canibalismo. El compendium Maleficarum, incluye serias y profundas discusiones sobre los pactos celebrados entre las brujas y el demonio, descripciones a dedillo y con absoluto morbo de los poderes de estas, los venenos preparados por ellas, las pociones de las cuales cualquier cristiano inocente podría ser víctima.



Francesco maria Guazzo, en este texto, también se esfuerza en detallar las contras de protección a estas malas artes. Cita con igual seguridad, algunos demonios de la corte brujeril, enfermedades provocadas por ellos, y un sinnúmero de efectos nefastos de las brujas sobre los cultivos, los ciclos lunares y climáticos. Un poco más pintorescas, resultan sus explicaciones de los métodos de desplazamiento de las brujas (allí se origina el mito del vuelo en las escobas). En resumen como se cito anteriormente, a la luz de la modernidad, el compendium Maleficarum parece más un texto dirigido a expresar los miedos arraigados, los misterios médicos y cosmológicos sin resolver propios de la sociedad de la época. Pues posesión, aborto, paganismo y yerbateria parecen haber sido los temas centrales de esta compilación


Simbolismo y ritual.
Desde lo cotidiano a lo mágico


Es muy curioso que casi en su totalidad, los símbolos y elementos rituales de la brujería medieval, aludan a simple vista a los elementos comunes y de uso cotidiano de un hogar de la época: escobas, calderos, cuchillos, hierbas aromáticas, mecedores y cucharones, copas, velas y fogatas se destacan como los elementos físicos propios del culto de la brujería, al menos así, no los muestra la tradición pictórica y literaria. El panorama no es tan difícil de imaginar, estas mujeres, apartadas de las ciudades con conocimientos sobre curas naturales, partos y otros ritos, viven en el medio rural, de seguro para ritualizar sus creencias y ambientar sus “conjuros” la bruja medieval, se hubiese vestido con ropas abrigadas y oscuras, telas crudas propias de su condición social. A falta de otros, habrían recurrido a los elementos de uso cotidiano: la escoba usada para limpiar su hogar, el caldero, donde prepara el alimento, la copa rudimentaria donde bebe, el cuchillo usado en las preparaciones domésticas, en fin… se antoja romántico la idea de que la bruja, “sacraliza” el microcosmos que la rodea, establece aquello que domina, el arte de cocinar, el acto purificador de la limpieza, como las bases de su magia.
Algunos de los símbolos más sonados son los siguientes:

El Circulo: El circulo simboliza, los limites en lo se encuentra el poder, a su vez es un escudo protector de la impureza exterior, y el símbolo de la infinitud y de los ciclos lo que empieza eternamente y no termina. En los ritos solían manejarse círculos de fuego y círculos de sal, estos últimos representan la protección y poder sobre el espacio donde se oficia.

La escoba: Algunos estudiosos afirman que es un símbolo fálico, la representación de un báculo, la extensión de la mano de una bruja y su poder. También por ser de madera recurre al elemento naturalista. De allí de la idea de que es una extensión del falo del diablo, surge así, la idea del vuelo nocturno.
El caldero: Es el símbolo de la más primaria magia domestica, el dominio de la bruja, sobre los alimentos, la unión del agua y el fuego, su poder antiquísimo basado en la conversión de los elementos naturales en medicina, y fuente de vida.
La copa: Es en casi todas las religiones y cultos símbolo de la comunidad, compartir el conocimiento con otros, incorporar por medio de la ingesta un poder mayor o un poder compartido. Se usa desde los rituales druidas y aún en cultos arcaicos.
Los ciclos Lunares: Especialmente en la brujería, alude a la fertilidad de las cosechas y específicamente de la mujer, su capacidad de reproducirse, el reconocimiento del máximo poder del cual es portadora: dar vida. Fue en la edad media en que se asocio la luna con la maldad y la oscuridad, de allí el arquetipo de la bruja volando en su escoba en medio de la noche y como fondo la luna.





Bibliografía


  • FUMAGALLI, Vito. Las piedras vivas: ciudad y naturaleza en la edad media. España, Nereo, 1989, 149 pp.
  • ______________. Cuando el cielo se oscurece: la vida en la edad media. España, Nerea, 1988, 142 pp.
  • ______________. El abogado de las brujas: brujería vasca e inquisición española. España, Nerea, 1990, 114pp.
  • RAMOS BOSSINI, Francisco. Brujeria y exorcismo en Inglaterra: siglos XVI y XVII. Barcelona. Universidad de Granada, 1976, p. 11-23.
  • http://club.telepolis.com/meugenia1/inquisidores.htm
  • http://es.wikipedia.org/wiki/Bruja
  • http://es.wikipedia.org/wiki/Canon_Episcopi
  • http://www.mercaba.org/DOSSIERES/brujas.htm

Comentarios

  1. Hola!
    Les recomiendo esta novela:

    El sueño de las brujas, de Max Powell

    Saludos
    Pam

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