Desde entonces solo pude traerte en
mis asombros
darte por partes ese silencio que
buscas.
Mira con cuidado y así sorprenderás
la absoluta torpeza de los objetos
que usas...
no puedo avisarte del peligro en el
recuerdo.
Oye, así descubrirás la
perpleja inquietud de los instantes pasados.
Cómo podría invitarte a mi
casa
si hace años, la luz que entró por
mi ventana
se dejó morir sentada en tu camino y
esa risa tuya
(siempre escasa y diminuta) se
cambió de nombre
y se mudó de mis asuntos.
Yo diría quizás: es el viento
redondo y opaco
y se arrastra demente frente a
todos nosotros...
mentiría.
El viento es sensato
como tu voz y tu boca.
Yo camino descalza para mostrarte la
ciudad
su belleza furiosa, instantánea,
carente de toda soberbia
de todo intuición.
Quizás un día, cavaré en estos
muros
y te mostraré desde mi cárcel
esta rabia, esta soledad
esta angustia que ya no respira.
Desde mi terraza envidiaremos lo que
fuimos
tú sentirás el frió típico
de los adioses
y yo con un dedo señalaré un norte
improbable
solo para confundir tus ojos.
Descubrirás con molestia
que mi piel ya no hace ruidos
y mis labios no son suficientes
para narrar ese episodio delgado
de tu cuerpo sofocando mi amor y mis
ideas.
Así, hechizados por el impecable
estruendo de la nostalgia
volveremos la mirada al horizonte
que se extiende inexorable insultando la eternidad.
Desde mi tristeza dibujaré tus muros
así y solo así
te darás cuenta
de la absoluta torpeza de
los objetos que usas
la remota soledad
que creímos curada.
que creímos curada.
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