El ciempiés.


Ya no florecen las espinas en el naranjo,
-un dolor bochornoso para el ciempiés atolondrado-
ni el espanto mutilado juega a confundir los perfumes.
Han muerto las puertas porque nadie las usa,
la agonía de las tablas no consigue conmovernos.
Si, el dolor pide pañuelos como un viejo asmático,
solo el ciempiés atiende su quejido,
el ciempiés nada sabe del futuro.

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