Para Anita Zuluaga y los pájaros mágicos que presenció salir de mi.
En
el camino de ser escritora encontrarás dragones, bestias asombrosas hechas de
tinta y universos diminutos que podrás llevar en una mano, te sorprenderán frases perfectas en medio de la noche, te descubrirás soñando párrafos enteros
y dudando si el mundo es eso que flota frente a tus ojos o acaso una escena en
performance del relato de alguien. Te inquietará todo, porque la palabra te
hará compasiva, dolorosamente compasiva. Sentirás el peso del sufrimiento
humano en tu conciencia y entonces tu frases serán como gotas de agua arrojadas
al mar. Ana, hoy debo decirte la verdad , habrán momentos en los que
desearas no escribir, ser una chica ordinaria, con deseos ordinarios y novios
ordinarios, sumergirte en el embeleco incesante que te ofrece la ciudad, ser total
y absolutamente inconsciente del precio que se paga por ser una mujer que
piensa, cuestiona, inventa y escribe, lamentablemente no se puede regresar,
esos dragones alojados en tus ideas te amarrarán a las historias pendientes, a
las páginas futuras, los libros te acecharán en los anaqueles y siempre un
cuento fantástico te seducirá más que una noche de disco o cualquier fruslería típica
de la vida embotellada. Quizás encuentres el amor y quizás no. Será difícil para
un hombre aceptar compartirte, entender tu inevitable vocación de dibujar los
sentimientos en vocablos contundentes, tu empeño neurótico en ponerle nombre a
todas las cosas y tus llantos inoportunos cuando algo, un pareja conversando en
el parque, un niño sonriendo desde un puente, un perro arrollado por un
auto te conmuevan al punto de sentirte inmensamente triste, sacar el cuaderno de tu
mochila y guardar en frasecitas precisas ese recuerdo tierno y de improbable
importancia para el resto de los transeúntes. Has escogido un bello oficio, uno
que te acompañará desde el fondo de tú corazón hasta el final de su latido en
este mundo, te espera la inmortalidad aun cuando tu cuerpo sea polvo debajo de
las flores nuevas que crecerán dementes encima de tu sepulcro. Estarás benditamente condenada a permanecer en la memoria y en el alma de
quienes te leyeron. No tengas miedo de compartir el milagro reciente de ser reina y señora de tus propios relatos; sabrás que estás preparada porque cada palabra se parecerá al ruido insensato, al murmullo constante de tu corazón.
Me encanta leerla. Me encanta conocer sobre usted.
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