El aviador.


Permíteme mostrarte donde nacen las ganas de volar,
déjame buscar tus ojos en medio de tantas miradas,
soltarme al viento con el ruido de una flor que nace sofocada.
Ya no abandones más tus besos ni tu piel a la deriva
dale un futuro a estas caricias que aprovechan para nacer,
mientras yo  las escribo desesperadamente.
Es tiempo de arrojarse por los precipicios,
y  descubrir la maravilla del viento en la cara,
de sucumbir al vértigo instantáneo de ser uno con el cielo,
pero no este cielo, siempre azul y conocido,
sino el cielo infranqueable, el que está más allá…
Ven aquí, te regalo los pájaros de mis ideas,
haz con ellos muelles en las nubes,
para que desde allí miremos los paisajes,
los caminos como serpientes de tierra,
las casas como maquetas de Dios,
las personas y los autos minúsculos,
como recuerdos viejos e impares.
No importa si las alas se nos cansan,
no importa si se derrite la cera que nos sostiene;
habrá valido la pena de cualquier manera,
Ya no serás igual, porque probaste el abismo,
No seré la misma porque me habré perdido en ti mientras caigo.
Déjame mostrarte con mi boca el origen, 
el pasado remoto de las ganas de volar.

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