Uno puede sumergirse en muchas cosas, entre ellas la voz de Janice Joplin,
ese desgarrador zarpazo que sale de su boca atraviesa el ser y se mete por
dentro, como si sacudiera un poco las costillas e hiciera otra vez emocionante
el acto de respirar... aunque ahora que lo pienso, era también su infinita
personalidad (digo infinita porque sobrevivió a su muerte) ella tenía una energía
arrasadora, sus interpretaciones eran capaces de arrastrarte por los oídos de la
ternura a la rabia. Había un ritmo enloquecido y viscoso en sus canciones, una sinfonía
demente, como pequeñas descargas eléctricas invadiendo las notas... !Ay Janice¡
querida Janice, a lo mejor quisiste morir antes de desintegrarte, de sentir que la
vida pesaba como plomo y dolia como arena entre los dedos; te fuiste siendo
amada, habiendo conmovido el alma de quienes alcanzaron a conocerte, con la increíble
satisfacción de ser inmortal a pesar de la heroína en tus venas y la risa sin
pretensiones que se quedó encerrada en tus labios ese 4 de octubre. Eras muy
hermosa, de un modo distinto, con tu pelo en desorden y tus ojos diminutos, tu
cuerpo sencillo disfrazado siempre de telas extravagantes, y sobre todo, lo más
importante, era esa forma de entregarte... te parabas en el escenario y te
adueñabas del aire, tu misma eras un silencio profundo e inviolable, el mundo parecía
alinearse con tus gestos iniciales y luego el milagro, ese vozarrón sincero y
explosivo salía de tu garganta... imagino que debía ser como si un orgasmo se
enrollara alrededor de ti, te apretara y te asfixiara hasta hacerte estallar...
no nací antes de tu muerte, vine al mundo mucho más tarde que tú, pero hasta
este día, hasta este momento cósmico (así llamo a mi vida) llegaste con tus
letras intensas sacadas del bolsillo un jueves cualquiera, me llenaste las
noches de ese fucsia intenso y dramático de tus canciones; allá en una estrella siempre estarà sonando tu estridencia fantástica.
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