El truco.



A veces es tan grande el desconcierto que la magia se muda a las pequeñas cosas, a la textura de las sábanas, al ruido predecible y confiable de los relojes antes de comenzar la rutina... las acciones diminutas se vuelven rituales, el café de la mañana, el crujido de los huesos al despertarse, las gotas de la ducha estallando sin dolor ni prisa en los azulejos del baño.  Hay días en que somos muy blandos, las sonrisas esperan en el alma con temor de ver la luz, los ojos ajenos se arrastran celosos detrás de nuestros gestos, es tan hondo el cielo que las nubes parecen signos de puntuación interrumpiendo el azul. El horizonte nos seduce prometiéndonos asombro, los autos parecen empujados por un viento arrítmico y misterioso. Las caricias duelen como un roce  de púas y los dedos estorban como herramientas sobrantes. Somos ideas breves de un dios enloquecido que nunca tiene tiempo para terminar de soñarnos. Vagamos aturdidos y aturdidos hablamos, producimos, fingimos ser... a veces, es decir casi siempre, es tan grande el desconcierto que la magia se muda a las pequeñas cosas.

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