El hambre.


Escribo con este presentimiento entre las manos,
sin saber cómo ni dónde soñaré mis flores,
estoy diluyendo en agua con agujas lo que queda de mi voz.
Es tanto y tan locuaz el desamparo, 
que dejo de huirme para habitar el asombro.
No puedo hacer sonar las campanas de siempre,
porque sobre mí recaen los espíritus del miedo,
he caminado con tanta conciencia
que cada uno de mis pasos es capaz de sentir culpa.
Yo solía buscar espejos detrás de las risas,
dibujaba perfumes que morían de vanidad,
esperaba estática el latido profundo de las gotas desplomadas
y ahora solo siento hambre,
un hambre terrible que no sacio mordisqueando mis labios,
un hambre premonitoria y astuta que habla desde lejos,
un hambre perdida que no sabe como ser muerte;
antes me bastaban los silencios limpios,
los cuartos oscuros donde mi agonía podía pasar la noche,
pero todo es distinto desde la última esperanza,
escribo con este presentimiento entre las manos,
con la siniestra sensación de equivocarme  a cada respiro,
con este anhelo suculento y perverso de parecerme a las cosas.
Estoy desolada, así me puse de imprevisto,
asustada de mi carne, de mi luz, de mi lengua, de mis huesos,
pronunciando con sangre estos vocablos imprudentes,
aguardando el milagro de una idea salvadora,
masticando mi nombre hasta volverlo una sílaba soluble.
Ya no pienso en los ojos que le faltan al cielo,
acumulo canciones estropeadas por el ruido de otras,
un rumor intenso me recuerda la vida,
la urgencia fascinante de visitar laberintos,
pero no los laberintos de perderse, 
sino más bien, los de encontrarse.
en fin, escribo con este presentimiento entre las manos,
sin saber cómo ni dónde soñaré mis flores.

Comentarios