Poema del enfado.


Uno nace desnudo atropellando el silencio.
Inconsciente del trueno, de la caricia, del abrazo.
Uno nace en la víspera de la muerte propia,
de los dolores futuros,
de la insoportable impaciencia que conlleva vivir,
respirar  y latir reiteradamente,
con esa tortura cotidiana de contener el alma detrás de los labios.
No basta el sueño, se requieren límites,
superficiales e inocuos a veces pero al fin límites...
por eso tejo cicatrices con espesas puntadas,
para saberme a salvo de las nuevas heridas,
para exprimir a fondo este desgano que me llega en ráfagas,
en ráfagas dañinas y pequeñas como cubos de azúcar.
Es una aventura conjurar el agua servida en vasos transparentes,
es como explicar el espíritu usando la carne,
es como tocar un trozo de viento sin creer en el futuro;
por eso me angustian los deseos estáticos,
son la prueba fehaciente del declive de las ideas,
por eso y no por otra cosa,
llevaré mis sonrisas a un horizonte disfrazado de camino,
y me tomaré el tiempo necesario para hundir cuchillos en las palabras incómodas.
Uno nace desnudo, atropellando el silencio,
sin más horas que las propias,
sin mas talento que las ganas,
solo con el deseo impulsivo y nada razonable de seguir vivo,
de burlar todas las muertes.

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