Serendipia


Tengo este ruido en el alma, 
dadivoso y oculto como un lenguaje secreto, 
como un retrato que siempre llega tarde, 
medio irónico, medio siniestro. 
Tu voz me cae en las manos como un chorro de sangre, 
caliente, tumultuoso,  todavía enfermo de latidos,
y yo creo (falsamente) que puedo curarte con mi piel y mi risa, 
que puedo arroparte con música nueva, 
que puedo darte cajones usados para guardar la angustia. 
Las horas se ufanan de parecer chaquetas,
muebles, ampollas, sábanas descorridas,  
yo solo veo manijas que bailan frenéticas, 
inmunes y después impasibles. 
Quiero robarle al mundo sus últimos colores, 
darle pulso a tu ausencia con terrones de sol, 
menos mal mis gestos ya no están de moda, 
menos mal mis frases ya no viajan en tren. 
Si no fuera yo te daría estos paisajes, 
esta luz diminuta que no logro compartir,
este deseo espantoso de ser sólo un barco, 
y después de hundirme nombrarte mi horizonte...
debe ser que alguien robó mi muerte y la murió por mí,
porque el resto de mi cuerpo se atraganta de vida, 
se estremece codicioso ante la idea del reposo. 
Algún día llevaré fresas con chocolate a tu puerta 
y desde allí miraremos la ciudad que se asfixia,
quizás entonces ya no tengamos de que hablar y no importa,  
conozco silencios expectantes que aguardan por nosotros.

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