La maldad.


He traído estas frases transparentes, sofocadas de duda,
horripilantes, desnudas, untadas de maldad.
Tengo un raro espacio en mi interior que no suena,
que se desgarra a dentelladas frenéticas,
que no alcanza a confundirse con el latir punzante.
Soy apenas una herida que sangra témpanos de luz,
un despertar abrupto y colmado de cerrojos,
un íntimo silencio, desbocado y frágil, obligado a reír.
voy mutilando mis huellas, inventariando huesos y deseos,
multiplicando canciones que olvidaron sentir.
Camino a tientas como con pasos robados,
con la marcha impaciente de quién dejó los mapas,
con los ojos esperando las rutinas de siempre.
Si mi madre no me amara moriría sin reparo,
si el amado no fuera tal cosa entregaría la fe,
si mi cuerpo tuviera solo un alma no andaría con desdicha.
Y... ya no sé cuantas voces anteceden mi ruina,
he perdido la cuenta de los mensajes con máscara de antojo,
si no fueran mías estas manos me iría mas deprisa,
si no hubiese entrenado tanto la sonrisa no fingiría las ganas.
Si mi cara no estuviera agazapada en recuerdos inmóviles,
esperaría, un minuto dos o hasta tres sin respirar.
Son las siete y media mientras alucino con las diez y con las once...
el tiempo me acorrala y yo le peino el cabello,
lo trenzo dulcemente para que pierda su razón de ser.
Atrás quedaron las visiones de mujeres bailando,
de círculos perfectos donde podía ser yo.
Tú que estás aquí deberías darme un sueño,
uno con futuro, con ramas, con raíces, con hojas,
inflamado de vida, de música, de colores intensos,
con ínfulas de frutos que se nieguen a ocultar su belleza.
Pido en exceso y la magia es muy poca...
por eso me desvisto sin la intención de ser deseada,
por eso me agoto, me desprecio, me acumulo, me agito,
por eso entierro mi nombre en suspiros difusos,
en fórmulas ridículas que la gente llama ideas.
Bueno, es todo, han llegado las bestias que aprendieron mi nombre,
afuera la ciudad estalla con su pulso itinerante,
con sus cines y sus parques contagiados de todo,
con personitas caminando sin ritmo y sin esencia,
con sus bares lujuriosos y sus féminas hermosas,
con el compendio de lugares que remedan el asombro.
¿Y yo? Nada. Nadie. Ninguna. 
Pero he traído estas frases transparentes, sofocadas de duda,
horripilantes, desnudas, untadas de maldad.






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