Violeta en el jardín

Las horas tenían alma, piel, ojos, espinas,
las cosas habitaban ferozmente el tiempo,
era delgada la noche, fastuosas las manos,
todo era un génesis continuo, un tedio,
un verbo inacabado que se presumía historia.
Los labios se cerraban ante tantas preguntas
y la muerte suplía los abrazos de la madre.
eran días líquidos, terribles, insaciables,
llenos de instantes ajetreados, toscos.
Papel de colgadura en una mala novela.
Con sus dientes afilados hacia ruido el miedo,
corroía las sonrisas con su desnudez atroz,
se alojaba despacio en el color de las cortinas,
contagiaba de moho lo que no se había dicho.
Cierto desamparo rugía entre los muebles,
los recuerdos espantados buscaban el silencio.
Fue inútil entonces la oración de la tarde,
el mundo corrompido se agitaba de pie.
Nunca el cielo estuvo tan lejos,
jamás los dedos estorbaron así...
Ella era un soplo entre varias distancias,
un leve crujido de sangre coagulada. 
Ella se arrastraba perseguida por locos,
se contenía con rabia para evitar reír.
Cada espejo poseía una llave,
los reflejos se intuían a falta de una voz.
La inocencia se escurría hasta dejar un charco.
Cae el mal disfrazado de golosina,
ella lo mastica con feliz ignorancia...
ya no puede transcribir la piel,
los ojos se fastidian de las largas miradas,
las espinas brotan usurpando a las flores.
tiempo, manos, tedio... alma.