Domingo y lunes.



Y la muerte vino a mi cansada y sucia,
diciéndome te quiero con sus manos suaves.
Escupía pedacitos de luna y los confundía con risa,
yo la dejaba jugar, salir y verme desnuda,
mientras ella se lucía con sus caderas hermosas.
Muerte, ya no sabes ser niña,
te ha corrompido el deseo de sufrir a mi lado,
y te has tomado un descanso de tus dulces asuntos.
Ya no me traigas más estos poemas ciegos,
se pierden cada instante y gimen lastimeros,
sin saber cómo irse y olvidando rezar.
Los recojo ofuscada de aceras malolientes,
los creo vivos y con fuego, pero están apelmazados,
como trozos de piel que ya no se usan.
Déjame velarte en este silencio cosido con espaldas,
déjame que cuando caiga la oscuridad,
te traeré paletas de furia y yerbabuena,
te engañaré como te gusta fingiéndome feliz.
Te sentaré en mis lugares, te daré nuevos dientes,
te prestaré el viento que sale de mi oído
y te pondrás mi ropa y te creerás amada,
te pintarás los labios sintiendo rigidez.
Pórtate bien hermosa mía
La legítima muerte volverá por ti para salvarte.

Comentarios