Pecados


Me dispuse a ser una fruta inevitable y prodigiosa
con esas ganas de sentir que no se enseñan ni se imponen.
Me armé de curvas simples y risas perfectas,
me supe compañía para caminar la madrugada.
Mientras, me deslizaba discreta entre varios placeres,
ignoraba las ausencias que había padecido,
me perdonaba por ser, por ir, por alabarme.
tenía esa maldad suave propia de la infancia,
las tercas intenciones de quien se oye latiendo,
el deseo casi doloroso de evitar cualquier olvido.
Por eso traigo conmigo estas cicatrices,
para recordar sin odio que las heridas sanan,
para plantarme de nuevo y esperar mis flores.

Comentarios