El adiós.


Olvídate de todo, olvídate de mí.
No ensucies de memoria estos recuerdos,
déjalos ser y seguir vivos sin llamarte su guardián.
Los llevaré a todas partes sacudiéndoles el odio,
mintiéndoles para que no sepan que provienen de ti.
Olvídate de todo, hazlo con holgura, ignora,
Ignora nuestras charlas hechas de silencios,
de largas miradas como graves preguntas,
de pájaros azules y sonrisas contenidas hasta el llanto.
No guardes nada. A los seres como tú, todo les sobra.
Yo te sobro, mi ternura te sienta como un dedo de más.
Evita la vergüenza de mis palabras serviles,
ten la caridad de no hacer más precisiones.
Se gentil y rompe cada fonema de mi nombre,
Sé bien que fui una inesperada intriga,
Un objeto de feria medianamente novedoso.
Como un no saber porque el cielo cambia con las horas,
o por qué la silla se llama silla y no de otro modo.
El tiempo siempre sádico traerá mi perfume,
sentirás nostalgia y creerás vivirlo... pero no,
esa nostalgia será un pasado remoto y blando,
instantes robados de otra vida y otras manos,
tres ridículos besos llenos de polvo en la repisa.
Olvídalo todo, aunque un día, lo recuerdes todo.

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