Mandrágora


Sentida como brisa, mordida como pan,
crujidos macilentos ignorantes del sol.
Al otro lado del bosque gime una semilla,
y las hojas la oyen con sus ojos enormes.
manos que se creen bocas la germinan,
la ven hundirse plácida en su tumba de musgo.
Afuera el cielo comiéndose las horas,
el pasto amargo cantando amaneceres,
la simple oruga atormentada por dentro,
por unas alas insomnes que no puede batir.
Silencio... cuerdo y plano silencio,
lazos de lluvia ahorcando  la mañana,
espejismos hambrientos de noche y de locura,
crepitar indecente de los frutos contra el piso,
mujer de trigo y barro condenada a la piel.
Palabras que lloran porque las escribo,
un tallo de ideas al que agobian las púas...
Yo, sentida como brisa, mordida como pan,
famélica, indulgente, casi presta a morir.

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