Arrullos


Ser cualquier hambre,
dormir sin meter las manos en el sueño.
Saberse ajeno a los pecados terribles,
al exquisito pesar del gusto inacabado,
doblarse sin pudor como un abismo ciego,
sin sospechar el ángulo mortal que depara la caída.
Cicatrices que se cuecen a oscuras,
huérfanas de heridas,
cercadas por el miedo de no haber sido carne,
espantadas de sanar antes de ser sufridas
o aliviadas.

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