Alérgicas al sueño,
sospechosas de vivir,
encarnizadas con su aire,
con su espanto detenido,
su dulzura insaciable,
con las ganas infestadas
de alegrías y suplicios.
Así, aburridas del baile
se marchan las ofensas.
Heridas de perdón,
exentas de la llaga,
agobiadas de ternura...
sin ser más que cicatrices
de palabras mal domadas.
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