Pertinaz.



Arrastro esta caja de cartón suavemente
como si en ella viviera un corderito.
Me agacho y con dulzura  le cuento del mundo,
omitiendo las guerras, las hambrunas,
desvirtuando la maldad de todos los humanos.
Le explico tiernamente los lexemas,
le doy permiso de dormir cuando tiemblan las hojas de los árboles.
Él suspira de hermosura y se estremece de esperanza...
Tanto hemos soñado juntos la palabra río
que el vocablo ya es húmedo y fluye helado entre las frases.
Le doy de comer en mi mano silencios tibios,
ricos en blancura, en extensión, en pureza.
Algunas noches, con total desamparo le pregunto:
Corderito ¿Crees que soy fea?
Y me responde con su voz de corderito:
- No, no, no. Eres muy pertinaz.

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